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I ULTRA TRAIL BRIMZ GUZMAN EL BUENO (18/03/2012).

EL PODER DE LA MENTE

13 kilómetros más que una maratón. Eso fue lo que pensamos cuando nos inscribimos en la I Ultra Trail Guzmán el Bueno. Yo no quería, pero como siempre me dejé arrastrar por la tentación y varios meses antes (en Navidad), formalizamos la misma. Con todas las cosas que me pasaron en el transcurso de ese periodo de tiempo, jamás pensé que pudiera acabarla visto mi pésimo estado de forma varias semanas y sin casi entrenamiento específico de carrera, unido a un estado emocional decadente.



Sin embargo, estas dos últimas semanas me han supuesto un cambio necesario y ansiado sin duda. En esta ocasión, la mente fue capaz de suplir la falta de entrenamiento y, no sin sufrimiento, conseguimos llegar a la línea de meta en una mezcla de estado eufórico y catatónico. Es el poder de la mente.



PROLEGÓMENOS


El día previo a la carrera estábamos recogiendo el dorsal en la zona de salida y como siempre algún problema nos tenía que surgir. No habían inscrito a Pablo. Tras un ratillo de gestiones de un lado para otro y de dimes y diretes, se solventó el problema. Ya no era sólo por los 50 euros de la inscripción, sino por poder participar y con todas las garantías y atenciones durante la misma. La cola de los corredores apenas estaba formada por 10 ó 15 personas, mientras que la de los ciclistas podría llegar a la centena.



Dado que estábamos libres de presión y, en particular, yo tenía claro que no le daría más importancia al hecho de que llegado el momento - si fuese consciente de que no era capaz de completar todo el recorrido - no habría problema en abandonar, disfrutamos de un sábado de desenfado y fiestecilla que se nos fue un poco de las manos finalmente. Aunque parezca contraproducente, la verdad resultó ser bastante positivo para el día siguiente.



El destino quiso que nos cruzásemos con David (como diría El Risitas, nuestro 'manacher') antes de retirarnos a dormir y, cómo no, se ofreció a llevarnos al punto de salida y recogernos en meta. Gustosamente aceptamos y a la mañana siguiente estábamos a las 07,45 listos para salir hacia el Paseo de la Victoria.



Reunidos con Carlos, la otra parte del tridente, nos encontramos con varios conocidos, destacando la presencia de Luis (el incombustible triatleta), dándonos tiempo a polemizar con la organización, más bien, con una persona de la misma que se ve que no tenía mucho idea de lo que iba aquello, ya que nos conminaba a llevar colgada la credencial en todo momento durante la carrera so pena de ser descalificados. Parece que no entendía que eso de correr nueve horas con algo colgado en el cuello nos terminaría provocando rozaduras y úlceras. Viendo que estábamos hablando con una pared, ya decidimos nosotros cómo solucionar el problema de la identificación.



LA CARRERA



A las 09,30 los aproximadamente 1.500 bikers comenzaron su andadura, mientras que nosotros aguardamos unos quince minutos más antes de salir. Tranquilamente transitamos los primeros metros por la ciudad, camino de las Ermitas. Pablo y Carlos comenzaron demasiado alegre, incluso reprochándome que fuese tan conservador. Ni caso. Al llegar al Parador de la Arruzafa abandonamos la carretera y comenzamos la travesía por campo en busca de las Ermitas, para la cual recorrimos la ladera de la misma en un terreno sinuoso e irregular, pero bastante practicable comparado con los que nos íbamos a encontrar más adelante. Al llegar al kilómetro seis, tuvimos que echar pie a tierra porque la pendiente se elevaba de tal modo que andando era complicado mantener el ritmo y las pulsaciones. De ahí conectamos con la zona media de la cuesta del Reventón y alcanzamos el primer avituallamiento (sólo agua). Comenzábamos con el primer descenso. La idea era regular en las subidas, andar si era necesario, y las bajadas y los llanos trotarlos, para mejorar la media.



Ocurre que, como era la primera vez que afrontábamos una carrera de este tipo, al iniciar el descenso vimos que sería tan duro como la subida o más. Nada de descenso, eran precipicios. Había que bajar con mucho cuidado para evitar pegarse un costalazo más pues ya me había caído en un primer instante al subir por la ladera de las Ermitas. El terreno muy complicado y peligroso. A esto sumarle que delante mía iba un participante más precavido que yo (si es posible que los haya) y aparte de hacer tapón, me estuvo vareando toda la bajada ya que se agarraba a todas las ramas y al soltarlas ¡zas! para el de atrás, que era yo. En cuanto a los demás, Pablo se me escapó por delante y a Carlos lo alcancé pronto. Se ve que no marchaba muy cómodo. Llevaba una semana de aúpa y le pasó factura.



Desde las Ermitas bajamos hacia el Castillo de la Albaida y desde ahí nos dirigimos hacia Trassierra, todo campo a través y subiendo todo aquello que la orografía del terreno permitía. Alcanzamos la parte baja de Trassiera, sin noticias de Pablo y pasado el segundo avituallamiento (Los Curros) nos condujeron hacia un túnel en pendiente rodeado por vegetación hasta por la parte superior y cuyo firme estaba formado por piedras deslizantes y móviles sobre una base abundante de barro. En el transcurso de este ascenso nos planteamos la posibilidad de habernos perdido porque ya había que tener mala sombra para meternos por ahí, pero pronto vimos señales que nos indicaban que seguíamos el camino correcto. Las sensaciones hasta el momento eran normales, no demasiado fatigados.



Alcanzada la parte alta de Trassierra, nos adentramos en un camino paralelo a la gasolinera que nos conduciría al Arroyo Bejarano y un poco más adelante al tercer avituallamiento (bebida isotónica, agua, dulces, cacahuetes, naranjas, plátanos, manzanas,...). Carlos se había descolgado algo de mi y en el avituallamiento divisé a Pablo. No era carrera para ir sólo, él mismo se dio cuenta y redujo el ritmo hasta que lo alcanzamos. A la nada, llegó Carlos y replanteamos de nuevo la carrera. “Vamos todos juntos que esto es muy largo”. Allí nos encontramos a María y Luis.



Iríamos por el km 24 aproximadamente y ahora debíamos girar y tomar rumbo hacia el Club de Golf de los Villares, transitando antes por Las Jaras. Era el momento tonto de la carrera, estábamos en los kilómetros de en medio, donde ni la energía de la salida ni la motivación de tener cerca la meta nos haría sacar las poquillas fuerzas que nos quedasen. Aún así, entre pitos y flautas y bromas y más bromas, llegamos al avituallamiento del Club de Golf de los Villares. Allí, nos esperaban varios integrantes de Corduba Trail, que nos ofrecieron cerveza o bebida isotónica. ¿Qué creéis que elegimos? No hace falta responder. Echamos un risas con ellos mientras Carlos aparecía. Nos pusieron música y nos hicimos varios fotillos con ellos. ¡Que gente más 'apañá'!



Carlos estaba realmente tocado. Quiso dejarlo en ese momento, km 31,5 y conseguimos salvar el primer fuera de control . Entre Pablo y yo lo convencimos para seguir - ya que nos habían informado que el siguiente avituallamiento se encontraba a 4 km de éste y además la primera parte iba hacia abajo. Finalmente, comenzamos los tres a trotar aunque Carlos se paró isofacto y con unas ganas tremendas de vomitar. Volvimos a animarle y a demostrarle que lo que estaba haciendo era realmente una gesta. Sus circunstancias le obligaron a pasar malos días previos a la carrera y sin descanso. ¡Demasiado, tío! Total, que lo rearrancamos y le dimos su espacio para que no se agobiase.



Pronto se terminó la parte normal de la bajada, para comenzar de nuevo con los tajos. Creo que jamás nos hubiésemos perdido en la prueba, porque a falta de indicación, estaba claro que la premisa era ir por el camino más díficil y con más riesgo. En este tramo nos encontramos a Lucía y Pablo se pegó un talegazo de consideración. Me asusté no sólo por su caída, sino porque estuvo a punto de clavarse una rama en el costado y pegar un cabezazo contra el suelo. ¡Que disgusto! En caliente no le molestaba mucho y pronto llegamos al siguiente avituallamiento (de nuevo líquido y sólido). Allí de nuevo nos cruzamos con Luis y María, que partían ya. Estiramientos y comida a la espera de Carlos, a la vez que atendieron a Pablo en la espalda en el Hospital de Campaña. Tuvimos ocasión de charlar con algún participante de la prueba ciclista ya que ,casi hasta la meta, compartiríamos recorrido.



Después de un ratillo, divisamos a Carlos. En cuanto lo vimos, nos comentó que se paraba de todas, todas. Aceptamos su decisión. Un sobreesfuerzo en el estado de extenuación que llevaba, no le conduciría a nada bueno ni lógico. Nos despedimos de él y de nuevo en marcha.



Nada más comenzar nos paró un miembro -suponemos de la organización- y nos dijo que íbamos en sentido contrario. La verdad es que nos sorprendió mucho, porque justo acabábamos de abandonar el avituallamiento y las indicaciones que seguimos eran las correctas. En breves segundos, se percató de su error. Nos comento: 'Ahh, que no sois ciclistas'. ¡Que avispado!. De Juzgado de Guardia, ¿no os parece?.



Rondaríamos el kilómetro 38-39. Restaban todavía unos 17 km y habrían transcurrido algo más de 5 horas desde la partida. Los primeros metros fuimos más despacio hasta que calentó su maltrecha espalda nuestro Pablito. Pero al poco, ya estaba el cabronazo poniéndole ritmo a la cosa. ¡No sabíamos lo que nos esperaba!



Durante el recorrido, con pocos participantes nos cruzamos pero a todos se les escuchaban frases del tipo: 'Se han pasado tela. Para ser la primera, no veas...' Efectivamente, mirando hacia arriba veíamos a otros participantes encima de unas colinas que no creíamos que se subiesen por el único camino que divisábamos. De pendientes no puedo hablar mucho, pero si en la cuesta del Reventón se habla de un 23%, éstas las superaban con creces y con el agravante de que el piso era arenilla y se escurría una barbaridad. Daba la sensación de que ibas subiendo por una escalera mecánica pero en sentido contrario. Sobraban las palabras. Al llegar a la cima, sólo nos acordamos de Carlos. ¡Nos teníamos que haber retirado como él!¡Sí que ha sido listo!



En dicha cima, nos esperaba el reportero de Corduba Trail y nos fotografió varias veces. Estábamos arriba y tocaba bajar. La bajada como la subida. Un locura. Fue mi turno y el golpe me tocó esta vez a mí. Resbalón. Por no caerme casi al vació eché el cuerpo atrás, con un pequeño inconveniente, la rodilla izquierda la tenía flexionada y clavada en el suelo. Del estruendo que se oyó todos se giraron. No sé cómo no me hice mucho daño. Vamos a seguir - pensé - que estamos todavía en caliente, como se enfríe esto, no hay quien se ponga en marcha.



El avituallamiento del km 43 estaba poco antes de llegar a Torreblanca (antigua Carrera del Caballo). Allí nos pesaba ya todo el cuerpo. No me dio tiempo a contar cuantas naranjas me zampé, pero media docena pudieron caer perfectamente. Desde allí comenzó un tramo de carretera hasta alcanzar la Ermita de Linares. Íbamos tocados y ahora ya estábamos deseando encontrarnos cuestas para atener una excusa y andar por tal de no correr. De ahí en adelante, subida y cada vez peor. El kilómetro 48 nos aguardaba con el último avituallamiento. Llegué con unas ganas tremendas de vomitar. ¡A comer se ha dicho! Cacahuetes y más cacahuetes. Y naranjas, y plátanos.



Al poco de reanudar la marcha, encontramos la señal de 50 km, nos extrañó porque estaba cerca del avituallamiento, pero bueno mejor así. Los cuádriceps los tenía fatal. Una sensación como si me hubiesen rajado desde la rodilla hasta la cadera. Le pedí a Pablo que aminorase el ritmo algo. En una zona llanita de paso, recuperamos las sensaciones y empezamos a incrementar el ritmo. Alcanzamos a un antiguo sargento de Pablo en la 'mili'. La premisa era clara: 'lo que hagan ellos, hacemos nosotros. Llevan 30 años de maniobras por esta zona'. Efectivamente cuando aminoraban el ritmo y a lo mejor no era el terreno tan duro, seguidamente aparecía un cuestón. Se ve que sabían por donde iban.



Quedaban menos de 3 km pero parecíamos no avanzar, en el último cruce de la N432 nos animaban a la vez que nos informaban que nos quedaba el último repecho.

Por allí estaba Fernando. Nos dio alegría ver a alguien conocido tras más de 7h de carrera. De ahí en adelante, el terreno era favorable (al menos en perfil). Alcanzado El Muriano y tomado el desvío hacia la Base Militar, conseguimos ponernos a la altura de Luis. ¡Todos juntos a meta! Ya no nos dolía nada. Entramos en la recta de meta abrazados e incrementando el ritmo. De barro hasta los ojos, quemados por el sol, pero ya nada era obstáculo.



Allí nos estaban esperando Carlos, David y Fran. La entrada se la dedicamos a Carlos. El fotógrafo de Corduba Trail nos hizo un reportaje en la línea de meta. Nos felicitó. Nos abrazamos a él. ¡Qué tío más majo! Lo vivió tanto como nosotros. Tiempo oficial de carrera 8h02min57seg (8h17min según el crono que se puso en marcha cuando partieron los bikers).



Cuando nos estábamos saludando con Carlos, de nuevo el fotógrafo de Corduba Trail allí inmortalizando el momento.



La posición, lo menos importante desde luego, 150 y 151 de los 317 que tomamos salida en el Ultra Trail, aunque sólo concluimos 251. Devolvimos el chip a la organización a la par que recíprocamente hicieron lo mismo con la fianza (10 €) y rápidamente fuimos al comedor de la Base Militar a tomar algo antes de volver a Córdoba. A David no le dejaron entrar por no llevar acreditación pero no tuvo problema en hacer amistad con los soldados de la puerta en el ratillo que estuvimos dentro. El mismo nos lo comentó: 'ya me iban a dejar entrar porque con la charla les estaba dando la tarde'.



Montados en el coche y de camino a Córdoba, todavía nos encontramos con algún participante que estaba llegando al Muriano. Ya habían pasado las 9h10' que pusieron como tope para concluir la prueba. A mi entender y visto el perfil y tipo de recorrido, se pasaron un poco de la raya. Era un tiempo demasiado exigente. De todos modos, se percataron de ello y prolongaron el fuera de control algún tiempo más.



A la organización darle la enhorabuena, porque controlar todo ese recorrido y desplegar a tanta gente para cubrir los cruces y recovecos, junto a los puntos de difícil acceso conlleva un enorme esfuerzo que desde mi punto de vista debe ser puesto de manifiesto y a la vez reconocido y que es el resultado de mucho tiempo de trabajo y una excelente coordinación.



Por mi parte, nada más que contaros. Espero no haberos aburrido mucho. Como secuelas os diré que subir escaleras a la vez que sentarme y levantarme de una silla, me cuesta la misma vida. Espero que pronto se pase.













2 comentarios:

Angel dijo...

joder macho, eres un crack, enhorabuena a ti y Pablo. La crónica buenisima, he transitado por esos sitios con la bici y son bastante duros, cuanto mas a pie y tanto km. Lo dicho, enhorabuena a todos.
un saludo

Enrique dijo...

Vaya "peazo" crónica, como siempre te sales como cronista, y por supuesto como deportista.
Enhorabuena para tí y para Pablo tambien
Saludos,