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LOS 101 KM.. DE RONDA DE NUESTRO COMPAÑERA "LAURA MORALES"


Los 101 de Ronda.

Nunca olvidaré esta experiencia, la salida fue a las 11.00 de la mañana, preparada con mi mochila llena de cosas por si hacia calor de más, frío, lluvia, con una bolsa entera de barritas de chocolate y “mil cosas más”, por lo cual, pesaba lo más grande la dichosa mochila, pero claro, era novata en esto y no tenía ni idea de cómo tenia que ir, ni tenia ningún plan de como comportarme en todo el camino, sabía lo que me habían dicho “es una prueba durísima”, la verdad es que hasta que no lo vives no te puedes hacer una idea de a lo que te vas a enfrentar.

Alrededor había una mancha enorme de gente que iba a participar, me sorprendió bastante. Recuerdo lo ansiosa que estaba por comenzar, como esperaba que lanzaran el cohete que daría comienzo a esta gran aventura.
Los primeros Km. transcurrieron muy bien, íbamos un pelotón de gente muy junta, me preguntaba si así sería todo el camino, todo lo contrario, luego muchos abandonan, otros se adelantan, se atrasan…, tanto es así, que cuando llegamos al puente de la Ventilla, los corredores ya iban bajando, es un cruce de caminos, nos llevaban ya de ventaja unos 10 Km., (dos horas), pero todavía los ánimos estaban muy fuertes y mi frase era: “no hay miedo”.

Llegamos a la cuesta de Arriate, la primera de las duras, se hizo interminable, pero terminas llegando, ahí fue donde hicimos un primer descansillo, nos untamos los pies con vaselina, comimos algo y nuestro primer control en donde nos sellaron la libretita. Para mi fue como la recompensa por esos 38,2Km., me anime mucho y seguimos con nuestro ritmo, íbamos rápido pero sin cansarnos.
Ya en mi cabeza solo aparecía Setenil, Setenil, Setenil, pero todavía iba “fresca”, cantamos, íbamos mirando los paisajes, aunque ya al final iba notando como iban apareciendo ampollas, les temía un poco, porque sabía que no iba cansada pero esto me podía fastidiar, aunque tenía claro que aunque se llenara el pie entero de ampollas no abandonaría.
Íbamos viendo como oscurecía, y ¡yo que pensaba que llegaría de día a Setenil!, cada vez faltaba menos, hasta que llegamos a los 59Km.
Comimos, nos curaron las ampollas, recogimos nuestra bolsa y nos cambiamos. Fue donde más nos entretuvimos, pero fueron fuerzas renovadas.
 Lo que mas me sorprendió fue que muchísima gente abandonó ahí, me preguntaba a mi misma, ¿después de llegar hasta aquí lo dejáis? ¡Pero si queda nada!, luego te das cuenta que estas equivocada, queda mucho y lo peor, pero en mi mente no aparecía, ni existía la palabra abandonar.

Así que arrancamos de allí, hacia los campamentos de los legionarios, lo peor de esta etapa, es que es de noche, las horas pasan muy lentas, y solo ves más allá de lo que alumbra tú frontal.
Miras al cielo y no ves pasar el tiempo, tienes cargadísimas las piernas, y nada más que subes y bajas pendientes enormes, ya no le temía a las subidas, sino a las bajadas, me dolía muchísimo la rodilla, me daba la vuelta y las bajaba hacia atrás o de lado, porque me ardía a cada paso que daba, pero sigues pensando en la meta…

Pero todo llega, al fin alcanzas los 80Km. (los campamentos) y te dan una vuelta enorme  por todo el recinto hasta llegar a los comedores, ves ese edificio, toda la gente dentro y esa ansiada sopa caliente te espera.
Cuando me senté no me lo creía, no sentía el cuerpo, lo tenia dormido, pero sabía que no me podía enfriar, teníamos que comer rápido y salir “echando leches de allí”. Me dejo alucinada como a mi alrededor “tiarracos” se caían, como algunos le daban tiritones, como les atendían los de la cruz roja, te impacta mucho verlos tapados con las mantas térmicas y note como me empezó a dar mucho frío, me concentré y mire hacia la mesa, corriendo me puse mi polar y solo me centre en pensar en una cosa, lo que sentiría al llegar a la meta…

No tardamos mucho en salir de allí, cuando me levante, fue cuando tuve que concentrar todas mis fuerzas en poner en marcha las piernas, ya que la rodilla me estaba rabiando más que antes, pero me daba igual, pensé que en 1Km., ya se calentaría y no la notaría tanto.
A los pocos Km. la temida cuesta de la ermita llegó, aunque no se puede llamar cuesta, eso era una pendiente que parecía que te llevaría al cielo, lo que más me asustaba no era subir, sino todo lo que tendría que bajar. Y así sucedió, se me hizo interminable, creo que fue lo peor de todo el recorrido. Gracias a mi compañera, mi madre, que me dio caña se me hizo más llevadera, la veía delante de mí marcando el ritmo y me esforcé al máximo por seguir a su lado, ya que una de las mejores cosas de esta aventura era hacerlo junto a ella, y mucho mas llegar juntas.
Los Km. pasaban muy lentamente, no tanto como las horas, que llegó un momento en que temía no llegar a tiempo. Después de pasar una “selva”, ramblas a través de troncos y maderas para no caer al agua, saltar de piedra en piedra, intentando no meternos en barrizales…llegamos al avituallamiento 21, donde nos esperaba un café caliente, pero cuando vi que allí había 6 tíos sentados rodeados con mantas, evité parar y no quise ni tomármelo, no quería caer en la trampa de que mi mente me jugara una mala pasada, con lo bien que se estaba portando. Así que seguí pensando en mi ansiada meta, en los pocos Km. que me quedaban. Los legionarios nos decían de menos, (que rabia me daba) y solo me concentraba en que mis piernas siguieran andando, “ya queda menos Laura”.

Y al fin se presentó la cuesta del cachondeo, ¿cachondeo? Pensaba que se llamaba así por la comparación que tendría con todo lo que ya habíamos pasado, pero todo lo contrario, es el último tirón y la ultima maldita pendiente. Ahí eché las pocas energías que me quedaban, sabía que quedaba a penas unos pocos Km.
No valoras tanto que la gente te anime hasta estos momentos, una vecina salió y dijo animo y enhorabuena ya estáis casi al final…, muchas gracias dije…
Cuando entras al pueblo y sabes lo poco que te queda…, un pellizco te pincha en el estómago…, (un poco más, un poco más). Y pisas la plaza, los legionarios y la gente del pueblo te felicita y es ahí, cuando una mezcla de sensaciones entra en explosión.
Alegría, orgullo, satisfacción, todo lo que has pasado ha merecido la pena. Para mí, esto era un gran reto personal, y cuando lo consigues… es tal la emoción...
Es muy difícil de explicar y resumir todo lo que vives, todo lo que piensas y sientes en tan poco espacio y más con palabras. Solo digo, que merece la pena vivirlo, es una experiencia preciosa. Mucha gente me dice que si estoy loca, que vaya tontería pasarlo tan mal, ¿masoquismo?, no, no es así, hay momentos buenos y momentos malos, es muy duro, pero es un reto, y todo lo que vives merece la pena. Además ¡¡que engancha!! …, aunque he aprendido que para la próxima hay que entrenarse, yo que de vez en cuando me unía a mi madre en alguna ruta pequeña de apenas 20 Km.… y he llegado a 101…, creo que una de las cosas por lo que lo conseguí era por la ilusión que tenía de hacerlo y porque en ningún momento se me paso por la cabeza abandonar.

101 en 20 horas, ¿Continuará?





2 comentarios:

Jesús Viciana dijo...

Enhorabuena, Laura. Lo que has conseguido no tiene nombre. Nos has dejado a todos con la boca abierta, y eso que siempre he dicho que la capacidad de sufrimiento de las mujeres es superior a la de los hombres. Y en Ronda lo has demostrado con creces.
Ahora a descansar y a disfrutar de lo realizado.
Un fuerte abrazo cientounero.
Jesús Viciana.

Laura dijo...

Gracias Jesús!!! la verdad es que fue durísimo, como bien ya sabes, ¡¡pero mereció la pena!! por cierto fueron 22 horas, que en la crónica no se porque he puesto 20.
saludos !!